jueves, 11 de marzo de 2010

Rumbo a la cima 2

“Sólo cuando estás en el filo entre la vida y la muerte, cuando no tienes miedo a morir, obtienes el valor para no tener tampoco miedo a vivir” Tomaz Humar (Alpinista)

Luego de que mi primo no pudo escaparse de su trabajo, tuve que intentar el ascenso yo solo; esto complica las cosas, porque al ir solo, cargas más cosas ya que no hay con quien repartir el peso del equipaje, además de que siempre es bueno encontrar un consejo acerca de qué ruta seguir; pero lo más complicado es quedarte en medio de la nada, porque ya no hay ruido ni gente que te distraiga, te quedas solo, contigo mismo, y te enfrentas a tus temores.

Luego de 7 horas, me doy cuenta de que los primeros 4 mil metros ya me resultan relativamente “fáciles”, así, llego a “Láminas” y acampo. Por la noche, bajo la oscuridad, pienso que únicamente aquél que está en paz consigo mismo, es capaz de disfrutar de su soledad…pienso que el ser humano está acostumbrado a controlarlo todo y por eso es tan egocéntrico, porque puede poner luz cuando la naturaleza se la lleva por las noches….pero una montaña te devuelve la humildad, porque las cosas no dependen de ti, no puedes hacer nada ante una avalancha, ante el desgaje de unas piedras, ni contra el mal clima.

A la mañana siguiente continuó el ascenso. La nieve que en algunas zonas superaba los 40 centímetros, había cambiado el terreno, ahora los caminos eran confusos. El camino de Láminas a Chalchoapan, generalmente me lleva 3 horas, en esta ocasión me tomó 7 horas. Varias veces pensé en volver por la dificultad del terreno, plagado de hielo; pero, dicen que la caminata más grande también empieza con un paso, así decido continuar.

Por la tarde llegué a Chalchoapan, un ex-albergue, a cerca de 4700 metros de altura…se encontraba sepultado por la nieve. Esa tarde, fue cómo estar en la era de hielo, sin nadie, sólo yo y un montón de hielo y cielo que me rodeaba, viviendo en la nada bajo el sol y sólo acompañado por las aves de carroña que sobrevolaban la zona. Esa tardé, jugué, pensé, caminé, leí…fue divertido…Pero por la noche los vientos se hacen más intensos, la temperatura debe estar como 6 grados bajo cero, con vientos cercanos a los 60 km por hora.






Era como estar en el infierno, pero de hielo. Monté mi casa de campaña en un pedazo inclinado de lo que fue el techo del albergue, la superficie es irregular y sólo espero que no se venga abajo. La noche es eterna, el frío cala hasta los huesos, tengo que tener cuidado de no rodar hacia abajo al dormir…la noche es tan mala, que prefiero levantarme a las 3 de la mañana para seguir subiendo. En el camino, cada vez hay más nieve, el terreno es más resbaloso y empinado….pienso más de una vez que lo mejor sería regresar, porque el terreno se complica, es como tratar de subir por una pista de hielo, cualquier error me haría caer rumbo a un barranco o rumbo a las rocas.

Cada vez tengo que ir más lento. A cerca de 150 metros de altura de la cima, el camino se vuelve prácticamente imposible, aún así continúo unos pasos más, enfrentando las ventiscas que me empujaban; yo sólo me apoyaba y clavaba el piolet para asegurarme a la superficie…de pronto, un ruido me hace perder la concentración, suena como algo que truena, miro hacia arriba y son rocas de entre 20 y 50 centímetros que se desgajan y ruedan a toda velocidad hacia abajo, me pongo alerta para evitar aquéllas que vengan hacia mí.

Esa fue la gota que derramó el vaso, fue cuando decidí volver. Recordé una frase del alpinista Reinhold Messner que dice “la única razón por la que sigo vivo es porque las cimas no me obsesionan, y siempre he sabido cuando es el momento de retirarme”.

Así, volví, más cansado que nunca, deshidratado, con las rodillas lastimadas, los músculos agotados, casi sin dormir ni comer. En la zona de campismo, me topé con algunas personas, les conté mi travesía, y me dijeron frases como las siguientes.

“Te quedaste en Chalchoapan? Ya nadie se queda ahí, es un refrigerador”

“Te fuiste tú solo por esa ruta? Ya nunca la he subido solo, siempre que lo hice era con 3 o 4 personas y con cuerdas y seguros, es la ruta más complicada de cualquier montaña de México…cuándo ibas a llegar a la cima así”

“Te fuiste por esa ruta? Tú solo?...de verdad te felicito, ya casi nadie hace esa ruta y menos solo”

*Gracias a todas las personas que me apoyaron en este viaje: destaco a mi papá, mi mamá y mi hermano por la comprensión que me tienen…a Marco porque sus conocimientos y experiencia similares a los míos, lo convierten en la persona ideal para monitorear mis aventuras vía celular…a Denis, Diana, Xóchitl, Adi, Lety y Esperanza por sus mensajes al celular…a Sally, por ser el motor de esta aventura.

viernes, 19 de febrero de 2010

Rumbo a la cima

Me han dicho cosas como “estás mal de tu cabecita” o “pues si te mueres es porque quieres”; pero como le dije a una amiga: Ningún alpinista va a la montaña buscando morir, al contrario, lo que se busca es una vida plena e intensa que nos saque de la muerte lenta de la monotonía.

Para muchos las preguntas obligadas serían ¿por qué dejar la comodidad de tu hogar para irte a dormir a no sé cuántos grados bajo cero? Por que arriesgar la vida por algo que no vale la pena? Por qué colocarte intencionalmente en situaciones donde la adversidad te pone contra la pared y si algo falla no hay nadie que pueda ayudarte?

Alguna vez leí que la aventura es la esencia del alma del ser humano. Si reflexionamos, los momentos que más anhelamos en nuestros recuerdos, son aquellos donde rompimos la rutina para hacer algo diferente y a tractivo. Y también es cierto que una y otra vez nos deleitamos con las hazañas d
e héroes, que leemos o vemos en televisión, y que envidiamos pero no nos atrevemos a intentar por miedo a la pérdida de la comodidad.

Lo cierto es que en las montañas vemos paisajes que sólo apreciamos en los documentales de discovery channel, con cielos estrellados, rojos atardeceres y cimas nevadas. Es un lugar donde el contacto con la naturaleza te hace encontrarte con tu verdadero yo y te enseña cómo es la vida sin superficialidades; pues te llenas de paz y de buena vibra.

A pesar de la parsimonia en la que nos sumerge la sociedad; cuando el ser humano se pone en contacto consigo
mismo, se da cuenta de que necesita expandir sus límites, ir más allá de lo que él u otros piensan que es posible; y esto aplica en el ascenso de una montaña, en donde a veces busco que los amplios lugares abiertos llenen los vacíos de mi alma.

A veces creo que como no tomo, busco en el montañismo lo que otros buscan en una borrachera…puede ser la forma de pasar un festejo, un aniversario, un buen rato con los amigos o incluso ahogar una que otra pena.

El próximo 4 de marzo buscaré por primera vez la cima del Iztaccihuatl. He ido a esta montaña varias veces, pero nunca he llegado a la cima, por la complejidad que representan el clima, la altura y las complicaci
ones técnicas de la última parte del ascenso, la cual está plagada de hielo, roca suelta y por las noches tu agua se convierte en hielo; sobre todo arriba de los 4 mil metros…yo sólo he llegado como a los 4,300

Es la tercera montaña más alta desde México hasta Buenos Aires, pero dicen que también es la más peligrosa, por sus barrancos, sus radicales cambios de clima, su altura, sus vientos.

El plan es que en esta aventura me acompañe mi primo Marco, aunque el sujeto sigue planeando como fugarse de su trabajo en esas fechas jaja. Esperemos que lo logre o tendré que hacerlo solo.