martes, 27 de enero de 2009

Nosotros los mexicanos

En los chistes, vemos frecuentemente a un mexicano, un gringo, algún europeo o asiático. Todos compiten por algo y los extranjeros exponen sus virtudes (cultura, desarrollo tecnológico, valores, etc) para alcanzar la meta; al final, el mexicano es el triunfador gracias a que es ignorante, abusivo, borracho, a que hace mal las cosas y a pesar de eso todo le sale bien y/o se aprovecha de los demás. Eso habla mucho de la cultura que tenemos como país. Admiramos al débil, al ignorante, al borracho, al malecho, al mentiroso.

J.F. Kennedy dijo “no te preguntes qué puede hacer tu país por ti, pregúntate qué puedes hacer tú por tu país”. En México, siempre queremos que el gobierno, el jefe, el papá, Dios o quien sea, nos resuelva las cosas.

Esto no es para minimizarnos como nación, en realidad es todo lo contrario; es para ver si hacemos conciencia y salimos adelante. Chequen este video que habla de los vicios que tenemos como mexicanos.






¿Los mexicanos somos inferiores? Varios estudios hablan de las costumbres e ideas con las que se autodevalúa el mexicano promedio. Octavio Paz recapitula:
1. Sobrevaloración de los extranjeros: nos inclinamos a desdeñar lo nuestro (aunque se trate de algo bueno) y muy afectos a admirar lo extranjero, (aunque sea inferior o no lo conozcamos). Y somos muy propensos a la idolatría, que es la más estúpida de las ceguedades.
2. Impuntualidad. Es parte de nuestra cultura y todos saben y lo sufren. Aparentemente es una costumbre pintoresca y casi inofensiva. Pero la psicóloga escudriña y afirma que esta conducta implica que tu tiempo no vale; que no eres importante; que no somos importantes; que no merecemos tomarnos en serio ni tú ni yo.
3. El despilfarro. El mexicano es muy afecto a poses de magnate: “yo pago la cena de todos”, “yo disparo”. Deja enormes propinas y regalos. Además de delatar desorganización, estas poses exhiben un mecanismo de defensa; quiere convencerse y convencer: soy grande, soy poderoso
4. La basura: en los países de primer mundo, las calles están limpias; aquí la basura afea nuestras calles: Parecería sólo una mala costumbre; pero estudiosos de la conducta humana afirman que no nos respetamos; por eso nos permitimos vivir entre porquería.
5. Abuso de diminutivos: “tengo unos centavitos”, “tiene Ud. su pobre casa en Nopal #20”, “me conseguí una chambita “(se llama diminutivo porque disminuye). Y decimos “yo quisiera hacer notar” (en vez de yo quiero); “me gustaría decir” (en vez de quiero decir); formas que expresan inhibición, repliegue, evasión, escasa autoafirmación
6. Susceptibilidad. El mexicano es muy “sentido”; se ofende fácilmente; hay que medir muy bien las palabras para que no se vaya a molestar. En reuniones de trabajo y universidades de otros países, una persona confronta a otra y la contradice públicamente; y al salir siguen tratándose amistosamente como si nada hubiera pasado. Aquí es común que en semejante evento queden muy ofendidos y sientan que cortó la buena relación. Muchos mexicanos parecen llevar prendida la etiqueta de “manéjese con cuidado”.
7. Chistes autodevaluativos. Abundan los chistes en que los mexicanos hacen todo mal, eso refleja el concepto en el que nos tenemos
8. La corrupción de un país se mide por la situación que viven las clases más débiles. México, el del petróleo, plata e inmensas riquezas, es un país corrupto. Y lo proclamamos con cinismo: “la corrupción somos todos”. Soborno, nepotismo, contrabando, fraudes, los pactos entreguistas con las transnacionales (a espaldas del pueblo), “aviadores”, líderes charros, incumplimiento laboral. Supone la conciencia de ser gente vulgar, incumplida y delincuente; así como la convicción de ser incapaz de ganarse la vida y resolver los problemas con armas limpias.














ILICH: todo por servir se acaba, así que tal vez me dé artritis…tal vez corra y me lastime las rodillas, pero no dejaré de hacer cosas por preocuparme por un futuro que ni si quiera sé si exista. Los bienes materiales se convierten en veneno cuando funcionan como elemento de reconocimiento social, por ellos, a mi juicio, no hay nada de malo en llevar ipod y cel a la montaña. No se trata de una emancipación radical de la tecnología, eso no es la idea; más bien se trata de ir a donde los paradigmas sociales no ejercen presión sobr5e tu conducta, da igual sí llevas tecnología o no, total, allá nadie te preguntará cuánta memoria tiene tu cel. No llevé agua bonafont, tomé agua de río y hielo; y no tengo regadera en mi casa, yo me baño a cubetadas. Supongo que mostré inexperiencia, pero la experiencia sólo la da la experiencia y alguna vez hay que empezar. Sólo estando ahí y teniendo una visión muy particular sobre las cosas, se puede entender de qué se trata y se puede llegar a pensar de una forma lejana a la sociedad.

XOCHITL: alguna vez oí a un tipo que recorrió el continente como vagabundo, con el único fin de tomar fotos de todos los escenarios, decir: “cuando todo el mundo te dice que tus sueños son ridículos y absurdos, quieras o no, eso te pesa y no te animas a intentar las cosas” y yo pensé en que era mejor intentando y tener una vivencia sin igual, que quedarme encerrado sin hacer nada…el mismo sujeto dijo “hay veces que la gente te dice : tú eres esto o eres lo otro; y uno lo niega y se cierra a opiniones, y cuando estás solo y piensas, dices: a lo mejor sí soy como me dijeron aquella vez”

CRUZ: No se trata de una emancipación radical de la tecnología, eso no es la idea; más bien se trata de ir a donde los paradigmas sociales no ejercen presión sobr5e tu conducta, da igual sí llevas tecnología o no, total, allá nadie te preguntará cuánta memoria tiene tu cel. Creo que convivir con la naturaleza te da experiencias muy intensas cuando sabes valorarlo, y creo que comprender a la naturaleza, te hace una mejor persona.

CARTMAN: hay muchas formas de acampar, puede ser en familia en un lugar seguro con gente que te apoya y te ayuda, puede ser solo y buscando estar lo más cerca de la naturaleza que se pueda, como sea, siempre es bueno comprender a la naturaleza. Hay quien dice que el hombre solo puede conocerse cuando está en su estado más primitivo.

MARCO: si he de ser sincero, creo que fue más difícil tomar la decisión, que subir la montaña; suena absurdo, pero es cierto. La verdad mis principales enemigos no eran la altura ni el terreno, sino el temor y la comodidad. A veces creo que me animé en buena medida, porque creo que más de uno esperaba que a la mera hora dijera “mejor ya no fui” jaja. Es parte de hacer que las cosas pasen y de ir por lo que quieres. Ahora la gente me cuenta sus historias, me han dicho loco o valiente, que es una experiencia para el recuerdo y es verdad; después de esto, me siento más fuerte que antes, en todos los sentidos. Ahora siento que necesito retos de mayor nivel…esto en lugar de calmarme, avivó mi hambre.

ANÓNIMO: siempre estuve consciente del riesgo que implicaba, me paso lo peor que pudo haberme pasado y lo resolví porque sabía lo mucho o poco que se necesita para salir adelante en una situación así.

GRETA: gracias por tu comentario. Creo que eres de las personas que pueden ver las cosas como las veo yo. Como un reto que hay que lograr para crecer en todos los sentidos y que nos deja muchos beneficios, que no podrían comprender aquellos que optan por la comodidad y la seguridad.

DENIS: jaja eres muy cruel, cómo que te daba risa lo que me pasaba jaja. La verdad es que en el momento a mí no me causaba mucha gracia jaja. La verdad es que también puede ser un viaje muy seguro, uno decide qué tan lejos quiere llegar. Y la verdad es no sentí mucho miedo, siempre estuve seguro que de saldría adelante…para la otra te mando msjs, aunque no sé quién podría burlarse en un momento tan rudo…jaja.

sábado, 10 de enero de 2009

Mi gran aventura en el Iztaccihuatl

Desde hacía unos meses, había estado pensando en la posibilidad de realizar en un viaje vagabundo, de reto físico y hasta filosófico, esto, en medio de la naturaleza . No lo había hecho por falta de tiempo, pero ahora se deba la oportunidad y me había decido por el Iztaccíhuatl.

Pasé la tarde del domingo con esa mezcla de optimismo y nerviosismo que sólo se vive en la antesala de un reto importante. Con ganas de que el lunes saliera ya el sol para iniciar el viaje, pero al mismo tiempo, con esa parte de la mente a la que le aterra el reto y que trata de convencerme de que no lo haga. Con esa parte dentro de ti que trata de sabotearte cuando estás a punto de medir tus capacidades y sobre pasar tus límites, pero no hicieron efecto sus falsos intentos de convencerme de que no podía y que era mejor quedarme en casa.

Hace años que no me da una infección en la garganta, pero esa noche, a unas horas de viajar hacia la tercera montaña más alta del país, comienzo a sentir un poco de dolor, creo que es otro intento de autosabotaje; pero trato de ignorarlo, sólo compro pastillas para llevar por si acaso.

Ya en la cama, comienza a invadirme una especie de duda entrelazada con la emoción (como lo que sentía la noche previa a un torneo de TKD), y hasta algo de nostalgia que busca arraigarme a mi hogar y dar marcha atrás en este viaje corto de duración, pero largo en todos los demás aspectos, en el físico, en el espiritual y quizá más en el mental.

Por la mañana del lunes, pasa por mi mente la idea de mejor abandonar todo y quedarme en la ciudad a descansar e ir al cine, pero eso es lo que hago siempre y últimamente he pensado que aquellas veces en las que he renunciado a la comodidad para hacer algo diferente, generalmente me la paso muy bien y tengo gratas experiencias, así que, a levantarme y a partir.

Cada nuevo paso es un reto. Mi hermano me lleva a donde sale el camión para ir rumbo a San Rafael, que es uno de los pueblos en las inmediaciones del Iztaccihuatl. Ya en el camión, leo un poco y observo el paisaje. Al llegar a la central, decido caminar desde ahí mismo, hasta donde inicia el ascenso a la montaña, fueron cerca de 30 minutos de subida, a penas empezaba el trayecto, estaba fresco y por eso lo hice a muy buen paso.

Una vez en territorio de montaña, paso media hora de ascenso cuando ya me había desviado del camino, esto me hizo cuestionarme varias cosas…¿cómo iba a llegar casi hasta la cima si no podía encontrarme en una zona en la que hasta las familias y los niños pueden pasear con relativa facilidad?...comienzan las dudas, pero pienso que el camino va empezando y aún tengo muchos días para perderme y encontrarme de nuevo, así que prosigo.

A las 2 horas de camino, el hambre hace estragos en mí y me como una mandarina que me supo deliciosa, pero pienso que quizá mis 5 latas de atún, mis 2 chocolates, 4 piezas de frutas, 2 gerbers, 2 paquetes de galletas, cereal y 2 litros de agua, serán insuficientes para mi viaje.

Llevaba ascendiendo 3 horas cuando veo 2 chavos que van subiendo y me dicen que arriba no hay venta de comida entre semana, eso complica mis planes. Pero sigo adelante, aunque el cansancio y el peso de la mochila me hace venir a menos y va reduciendo el ritmo de mi paso.

Finalmente llego el primer albergue, conocido como “Nexcoalango”, o “La virgen”, ahí me encuentro de nuevo con los 2 chavos que acampan ene se lugar, acompañados de uno más y de dos niñas, son en total 5 personas, que tienen entre 18 y 15 años. Ellos me cuentan que suben con regularidad, pero que nunca han ido arriba del tercer albergue, prefieren la zona cómoda y parcialmente segura.

Ya entrada la noche, los chavos me van a buscar a mi casa de campaña, me invitan a compartir con ellos la fogata y me regalan comida, una de las niñas, de 15 años, me calentó tacos de arroz y me dio la mitad de su sopa maruchan…y me pongo a pensar en que, sin importar que se trate de mí, es chido pensar que 5 chavos pueden ser tan amables con un extraño…y también pienso en que vine, en cierta forma en busca de soledad, y terminé sintiéndome más a gusto en compañía de personas.

Al término de la velada, me fui a dormir. Al día siguiente exploré caminos y comencé a sentirme más adaptado a la montaña. Poco antes del medio día me despedí de mis 5 anfitriones de la noche anterior y continué subiendo. 30 minutos después llegué al segundo albergue llamado “Trancas”, ahí pregunté por la ruta para seguir hacia arriba…en ese momento ni siquiera imaginé que el chavo al que le preguntaba, sería la última persona que vería en un buen rato.

Me indicaron el camino a seguir para llegar a “Láminas” que es el tercer albergue, sin embargo, en el sendero sinuoso, perdí la dirección y decidí tomar una vereda más marcada, creí que sería una ruta más larga, pero más fácil…continué a paso durante 30 minutos más y me doy cuenta de que la vereda ya no sube, por el contrario, baja o en el mejor de los casos de mantiene al nivel, así que cerca de la una de la tarde, opté por cambiar de rumbo y al ver un río, traté de subir a un lado del mismo; en un principio, parecía haber un camino al costado del recorrido del agua, así que lo seguí; pero el ascenso era cada vez más complicado, tengo que sortear rocas picudas y grandes troncos que dificultan mi camino. La enorme mochila me complicó aún más la subida de la pendiente, así que perdí el equilibrió en varias ocasionesy al ir al piso, caí sobre plantas con espinas y mis manos comienzan a sangrar; pero no puedo volver, bajar por ahí mismo sería mucho más peligroso que seguir subiendo, de acuerdo con las condiciones del terreno.

Luego de casi 40 minutos, encuentro un terreno plano, hay restos de fogatas, pero no hay gente, no hay senderos marcados, así que sólo miro en dirección a la cima y continuó el ascenso a espera de encontrar “Láminas”…camino y camino hasta las 4 de la tarde y me resigno a pensar que el albergue quedó atrás, que me fui por otro lado y que no habrá más refugios, sino el último a unos metros de la cima.

No hay rastros de pasos, no veo nada de lo que aparece en los mapas, no veo huellas, no veo personas, sólo mi sentido de orientación me dice que de una u otra forma, voy por un camino que si bien no es el acostumbrado, al menos también es correcto. Sigo avanzando por una zona árida; el bosque quedó atrás, ahora voy en medio de pasto quemado, bastas extensiones de plantas sin oxígeno que cubren mi vista y que al pisarlas desprenden una especie de CO2 que me provoca más sed, ya que es como humo que entra por mi nariz y me sofoca. En todo el día no había bebido nada, y sólo me queda menos de medio litro de agua en mi botella…debo encontrar un río.

Como a esta altura mi celular tiene recepción, intuyo que estoy por el “Purgatorio”, también conocido como “El paso de los arrepentidos” (hay que tratar de subirlo para entender por qué le dicen así).

Tengo poco alimento, así que debo racionarlo…en todo el día sólo he comido un gerber, un chocolate y dos manzanas y no he bebido agua; la larga caminata me empieza a cobrar la factura; la altura de la montaña me demanda más oxígeno, mis piernas son pesadas, mis labios resecos y recurro a un truco que leí en un libro llamado “Las voces del desierto”: Me pongo una piedra bajo la lengua para generar saliva y no tener la boca tan seca…y funciona.

Casi las cinco de la tarde y subo por una región conformada únicamente por arena suelta y roca, con una mochila de casi 15 kilos a mis espaldas; daba 3 pasos con un denodado esfuerzo y la tierra suelta me regresaba 2. Resulta un tanto desesperante ver cómo algo está tan cerca, pues levantaba la cara y tenía y gran roca para recargarme y descansar a unos 20 metros; pero el terreno me impedía llegar con la facilidad que cualquiera imaginaría. Está ahí, casi al alcance de mi mano pero mi intento por avanzar hasta quedarme sin aliento es en vano, ya que no puedo llegar…decido beber un poco de agua, dos tragos…ahora sólo tengo como 300 mililitros y hace como 4 horas que no veo un río.

Son las 6 de la tarde y en unos minutos me quedaré sin luz…comienzo a inquietarme, ya que bajo la penumbra es muy fácil perderse, a parte no he comido, no tengo agua y en este inhóspito terreno es imposible acampar, si intentara levantar mi tienda, sin duda al mínimo movimiento me iría con todo y todo cuesta abajo hasta que alguna roca gigante detuviera mi atroz descenso…Pienso en volver hasta el río, pero ya no hay tiempo, y sin luz, seguro me perderé…decido dar mi máximo esfuerzo y en un alarde de fe, supongo que al terminar esa zona arenosa que me impide apreciar lo que hay detrás, por fin veré los ríos, o al menos el hielo que desciende de la cima; así que sigo avanzando…pero la noche me alcanza y no logro salir de esa zona.

La pesada mochila ya me irritó los hombros, así que decido quitarle peso, saco toda la ropa que traigo y me la pongo, así me puse 2 pantalones y 2 chamarras; y me llevo la casa de campaña en la mano, eso aligera el peso…Cerca de las 8:30 de la noche, por fin salgo de la zona más complicada del ascenso y veo el panorama que me dice que aún falta mucho para llegar a la cima de la montaña…miro a mi derecha, tengo una gran vista, y en medio de la oscuridad, vislumbro lo que al parecer es un río...se ve más claro que la tierra de esa área…así que decido bajar por ahí en busca del río…bebo los últimos 2 tragos de agua que me quedaban, ya no tengo ni una gota.

La noche maquilla las distancias, el supuesto río parecía estar más cerca…en el camino, veo un lugar donde podría acampar, ya que no está tan inclinado, así que decido dejar ahí mi mochila, mi sliping y mi casa de campaña; y yo sigo avanzando hacia el río, sólo tomo mi botella vacía y mi lámpara…cuando al fin llego, me doy cuenta de que todo el río está congelado, tan duro como una piedra, así que tomo una roca y lo rompo para comer hielo y quitarme la sed…es tan duro que tengo que morderlo con mucha fuerza…más tarde me daría cuenta de que el hielo me durmió la boca y era tan duro que me cortó el paladar y parte de la boca, hasta el grado de provocarme laceraciones y hacerme sangrar y yo ni me había dado cuenta.

Al filo de las 9 de la noche, terminé de recolectar hielo y de medio comerlo y de esta forma, no vencer, pero al menos sí amedrentar a mi mayor enemigo que de momento, era la sed. Levanté la vista y me di cuenta de que la oscuridad se había apoderado del paisaje. Ahora sólo se veían siluetas, era imposible apreciar los detalles del terreno…sólo estando ahí, uno puede comprender cómo hay gente que muere de hipotermia en las montañas, cuando tienen el albergue a 80 metros y no lo ven…porque la luz de la luna no da para mucho, porque todas las rocas se parecen, porque ni las estrellas pueden guiarte, ya que están en constante movimiento.

Así, traté de localizar mi tienda de campaña, caminé cuesta arriba durante varios minutos, observando detrás de las piedras, tratando de reconocer el camino, llamando a la buena voluntad de algún ente celestial para localizar mis cosas; afortunadamente, en el camino encontré un charco de agua y ahí tiré el hielo y llené mi botella; y bebí hasta saciar mi sed, el agua llevaba tierra, pero en ese momento no me importó demasiado.

Cerca de las 10 de la noche, la temperatura comenzaba a bajar, calculo que habremos estado como a 3 grados centígrados y empecé a resignarme, a pensar que no encontraría mi sliping hasta que el sol volviera a salir. Rápidamente vienen a mi mente los recuerdos e historias de la gente que se pierde en las montañas y muere congelada. Recuerdo la noticia de hace algunos años, de 5 excursionistas que murieron congelados al perderse durante la noche en el Ajusco…en el Ajusco…¿entonces qué podía esperarme a mí a 400 metros de la cima de la tercera montaña más alta del país?

Fue entonces cuando pensé “ok, ya estoy en esta situación, no tengo tiempo para lamentarme, tengo que hacer algo” y pensé en aquellas personas que saben más que yo a cerca de cuestiones de supervivencia, que dicen que una de las premisas es no dejar de tomar decisiones, porque si tu mente se bloquea, te estancas; por eso dicen que “es mejor tomar una mala decisión, que no tomar ninguna” y creo que este precepto bien podría aplicarse a cualquier aspecto de la vida…ya saben...hacer que las cosas pasen, y no esperar a que sucedan.

Después llegué a la conclusión de que sin importar qué tan crítica se pusiera la situación, era imperativo conservar la calma y pensar con optimismo…así que traté de buscar los puntos positivos y me di cuenta de que a pesar de todo, iba bien abrigado, con 2 chamarras, 2 pantalones, guantes y gorro…traté de concentrarme en mi fortaleza mental y física para convencerme de que el frío no podría derrotarme.

Mi plan inicial fue buscar mi casa de campaña durante toda la noche, sabía que las posibilidades de encontrarlas eran muy pocas, pero al menos eso me mantendría activo y al estar en movimiento, se reduciría en gran medida el riesgo de que me diera hipotermia.

Por gracia divina, me encontraba en una de las pocas zonas del Iztaccihuatl en las que el celular tiene recepción, así que llamé a mi primo Marco para pedirle algún consejo al respecto; él me sugirió que hiciera una fogata para mantener el calor corporal, por desgracia, en ese lugar no había leña, no había nada con qué hacer fuego, así que esa idea quedó descartada. También me dijo que buscara un refugio.

De pronto, encontré dos piedras grandes que estaban incrustadas en el piso, así que pensé en hacer un pequeño hueco entre ambas rocas y en acomodar otras más a los costados para hacer una especie de agujero con semiparedes que me protegiera de las ráfagas de aire helado que me golpeaban a los costados. Ahí me recosté e intenté descansar y dormir un poco, pero unos minutos después sentí como el cuerpo se me empezaba a entumir por el frío, entonces me levanté y comencé a hacer ejercicio para recuperar el calor corporal.

En ese momento me di cuenta de que a pesar de que mi refugio era una buena idea, no sería suficiente; tenía que mantenerme despierto, activo, haciendo otras cosas para evitar perderme en el sueño y que la hipotermia me ganara la batalla. Así que me puse mi ipod para escuchar música toda la noche, de esta forma sería más fácil mantenerme despierto. También comencé a mandar mensajes por celular para, paradójicamente, sentir algo de contacto humano, sentir una especie de apoyo y creer que no estaba solo, era algo que me serviría también como distractor y hasta como despertador. Sin embargo, no quería preocupar a mi familia ni a mis amigos, porque sé que contar esta situación, aparenta tener más peligro del que realmente había, así que elegí a amigos que gustan de chatear vía mensajes y no les detallé la situación en la que me encontraba, sólo les decía que estaba acampando. La respuesta de ellos fue muy favorable, recibí varios mensajes e incluso llamadas hasta cerca de las 2 de la madrugada…para esa hora, creía que ya llevaba más de la mitad de la noche recorrida y que aún me mantenía relativamente bien…aunque ya comenzaba a presentar síntomas de hipotermia, como la falta de coordinación, pues al escribir mensajes de cel, ya no podía hacerlo bien, es decir trataba de oprimir una tecla y terminaba por oprimir otra.

Faltaban 5 horas para el amanecer, en cuestión de tiempo, iba bien, pero por otro lado, faltaba lo más complicado, ya no habría más mensajes ni llamadas y la temperatura baja de los cero grados después de las 3:30 AM…sabía que no podía dormirme profundamente, así que programé mi celular para que la alarma sonara cada hora, de esta forma, dormía 30 minutos y me levantaba otros 30 para hacer algo de ejercicio y mantener el calor.

Al recostarme en mi improvisado refugio al filo de las 2:30 AM, me di cuenta de que la inquietud no me había dejado percatarme de que tenía una vista majestuosa desde mi lecho; la cima de la montaña se veía tan bella y a solo unos metros...enmarcada por las estrellas que brillaban con densidad…creo que en ese momento el delirio por el frío comenzó a hacer efecto en mí…o quizá fue la claridad de la mente en una situación inestable…no sé, pero comencé a platicar con la montaña y le agradecí que me estuviera permitiendo seguir con vida.

También pensé en que a veces le damos tanta importancia al aspecto económico…en ese momento tenía dinero suficiente para pagar por una rica cena, una taza de café caliente y un buen hospedaje; y ahí no me servía de nada…y pensé que los seres humanos nos hemos inventando una burbuja y nos metimos ahí para crear nuestro mundito que nos permite sentirnos fuertes e invencinbles, pero que en el mundo real, en el mundo natural, somos tan pequeños, que cualquier ser humano, sin importar que tan rico o poderoso pueda ser, no es más que una pequeña partícula insignificante que nada podrá hacer en medio de la inmensidad de una montaña.

Estar “atrapado” en medio de la naturaleza es una forma de recordar todas esas comodidades a las que estamos acostumbrados, y que ya no sé si debemos valorar o devaluar, porque si bien es cierto que son objetos preciados que nos brindan seguridad y confort, también es verdad que nos alejan de la naturaleza y de nuestro verdadero ser.

A las 4 AM el frío sin duda ya estaba muy por debajo de los ceros grados…pensé que había tenido suerte de que la extrema temperatura se hubiera presentando hasta 3 horas antes del amanecer, y no desde el inicio de la noche. Me levanté, como ya se había hecho costumbre, a hacer ejercicio; algunas sentadillas, estiramientos, pesas (improvisando una piedra como mancuerna) y hasta boxeo de sombra, mientras cantaba las melodías que escuchaba en mi ipod y la luna se ocultaba dejando el cielo más oscuro que antes y anulando mi tenue sombra que mientras tiraba ganchos y rectos, me hacía recordar las películas de Rocky.

Unos minutos después volví a la “cama” y pensé en lo ególatras que somos los seres humanos, siempre por ahí pensando que nuestros problemas son lo más importante, pensando que nuestra vida requiere la atención del mundo entero, pensando que sólo lo que nos pasa tiene valor, preocupándonos por facturas y reconocimientos sociales; y al estar ahí, como un punto insignificante en medio del Iztaccihuatl, pensé que el mundo es mucho más inmenso que lo que le pueda ocurrir a una persona; el universo es tan grande y tan magnánimo, pero no lo vemos así porque siempre estamos sumergidos en nosotros y en nuestros pequeños problemas que agrandamos de manera sistemática, quizá para sentirnos importantes, quizá para creer que somos valiosos y grandes…El estar a esa altura, en una montaña, es como ser una hormiga que sube por el cuerpo de una persona…es como ser tan pequeño…y creo que eso te da humildad y te grita de manera sutil que estás muy lejos de ser ese semi-Dios que te crees en tu trabajo, en tu escuela, en la cancha, en tu casa o entre tus amigos que te brindan algo de reconocimiento.

A unos minutos del amanecer, pensé “En este lugar no hay nadie, cualquiera podría morir aquí y tardarían siglos en encontrarlo”…y recordé a amigos y familia y te das cuenta de que cada segundo en la vida es una oportunidad para brindar felicidad a la gente que quieres y tienes cerca, pero lo hacemos sólo de manera esporádica porque estamos acostumbrados a la misma costumbre y nos dejamos llevar por el stress que nos agobia gran parte del tiempo y nos hace enfadarnos con las personas importantes, porque de esa manera canalizamos nuestras frustraciones cotidianas, muchas veces originadas por situaciones superficiales que no significan nada si vemos las cosas desde una perspectiva más amplia.







6:45 y el cielo dejó de ser negro para volverse azul turquesa, en 15 minutos el sol me devolverá mi camino, mi mochila, mi calor y mi tranquilidad. Mientras tanto, me doy cuenta de que el agua que había recolectado en mi botella, se ha hecho hielo, la temperatura la congelo.

A las 7 AM el sol ya brinda la totalidad de la luz para seguir adelante, comienzo a buscar mi mochila y tras 40 minutos de saltar de piedra en piedra, me doy cuenta de que mis cosas están como 80 metros debajo del lugar donde hice mi refugio de rocas, así que recupero mis pertenencias; y se desvanece la desesperación por volver al hogar y renace el hambre por alcanzar la cima, de tal forma, continúo el ascenso los pocos metros que me quedan para llegar hasta donde la falta de equipo me lo permitirá.

En el camino, me doy cuenta de que si en lugar de seguir el río de hielo durante la noche anterior, hubiera optado por ir hacia la cima, me hubieran bastado 50 minutos para llegar al último albergue. Arriba de éste, las formaciones rocosas exigen mayor audacia para seguir subiendo, y en el camino, se pueden ver las cruces de la gente que ha muerto en la parte alta de la montaña. Algunos mueren por el frío, otros sufren mal de montaña y comienzan a perder los sentidos y ello los lleva a caer en barrancos.

Así llegué tan alto como pude, sólo hubiera necesitado un piolet, unos crampones y unos minutos más, para situarme en la cima…sin embargo, no tengo el instrumental, así que es hora de bajar…sigo por un sendero ligeramente marcado y eso me lleva al camino conocido, pasando por cada uno de los albergues...esa es la buena noticia; la mala, es que estaba tan cansado y herido, que el descenso fue muy complicado. Las ampollas en los pies me impedían apoyarme con firmeza al bajar; los raspones en los hombros me ardían al roce con la mochila que llevaba a cuestas; el frío me generó un dolor en las rodillas tan intenso que no recuerdo haber sentido antes; sin embargo debo seguir bajando porque no hay otra alternativa.

Así, logro llegar otra vez hasta el primer albergue, en donde se supone que debería haber gente, porque aun es zona familiar, por decirlo de alguna forma, sin embargo, no hay nadie, me doy cuenta de que sigo solo…y pienso que en la parte alta de la montaña es chido estar aislado de todo porque se supone vas a estar solo, porque es un lugar en el que puedes pensar y estar en calma, incluso con la libertad de saber que nadie puede encontrarte y que eres libre para no pensar en problemas, para no tener que cumplir protocolos ni deberes agobiantes, porque allá arriba eres tú y nada más. En cambio, en la zona baja, estar solo me da un poco de nostalgia, creo que ya esperaba encontrar personas en este lugar, y no hacerlo me ha provocado un extrañamiento…entonces, aprovecho el tiempo para leer, subrayar pasajes de libros, pensar, levantar mi casa de campaña y dormir.

A la mañana siguiente, observo a la distancia la cima de la montaña y pienso en que las personas a veces andamos por ahí a la deriva, sin rumbo, sin metas y eso no nos lleva nunca a donde queremos ir…pensé en la veces que se supone que estamos haciendo algo y lo hacemos a medias, y creo que definir qué queremos, dar el 100% en todo lo que se hace y ser un poco más flexibles, es algo que no ayudaría a ser más felices y a tener un mundo mejor.

Recojo mis cosas para volver a casa, hace 4 días que no me baño, no me pongo desodorante ni nada de eso, y no me importa demasiado…a esta altura se pierde el glamour y te das cuenta de que en el mundo hay cosas mucho más importantes que estarse preocupando por si traes o no tierra en la cara, es como ser otra persona…o más bien, es como ser tú mismo, como ser por primera vez en la vida tú mismo, en un mundo que no te recrimina por ser quien eres y que no te exige que te veas como modelo de revista.

Inicio la parte final del descenso, y empiezo a encontrarme de nuevo con las personas, con algunos turistas y guardabosques a los que me acerco y saludo con gusto y ellos me preguntan si hay gente arriba y qué tal están los paisajes; y me doy cuenta que llegue a la civilización, justo cuando volteo a ver a la gente para saludarla con amabilidad y ellos me ignoran…de vuelta en el mundo…o en lo que las personas creemos que es el mundo.

Ya en el DF, la gente me observa con extrañeza, creo que la mugre y tal vez hasta mi olor les hacen verme con recelo…quizá mi gran mochila es lo único que les hace suponer que no soy un indigente, sino un excursionista y probablemente eso es lo que me evita la discriminación.

Viajes como este me hacen pensar en lo limitadas que son nuestras vidas, en las que comprar cosas e ir a centros comerciales parecen ser las opciones de diversión por excelencia; cuando, en lugar de ello podríamos buscar nuevos horizontes y experiencias que enriquezcan el alma. Más de uno me ha dicho que estoy loco por hacer algo así, pero viajes así, despiertan el instinto vagabundo en la gente, renacen las ganas de caminar por una vía o por un sendero hasta donde ya no se pueda ir más adelante. Para algunos, esto es masoquismo, por el riesgo y las duras condiciones que implica, para algunos, hacer esto es la señal de que quieres escapar de todo. Para otros es la forma de encontrarse a uno mismo en un mundo que pocos pueden comprender…pues dista mucho de la formación que nos han dado en la que se valora la comodidad y la egolatría.














PD:El sujeto que realizó esta travesía es un seguidor profesional de"A prueba de todo", aplicó técnicas aprendidas en la película "Naufrago", y se entrenó perdiéndose en ocasiones anteriores en la montaña. Amiguitos, no traten de imitarlo sin la supervisión de un experto.


PD2: Les debo los agradecimientos anteriores para el siguiente post